Después de la Iluminación, caminando, Buda llegó a un poblado. Se le acercaron muchas niñas y niños cantando y gritando. Él, les tendió sus manos, sin embargo, se percató que una niña permanecía sentada sobre una rama de un boj, impasible ante el griterío de los niños.
Buda, siguió andando. Unos pocos pasos más, al llegar a la plaza se sentó y con Él todas las niñas y niños. Todos ellos permanecían expectantes en silencio mientras Buda no apartaba su mirada de la niña del boj. Y ésta tampoco apartaba la mirada de Él.
Como Buda seguía silencioso, sin un solo movimiento, las niñas y niños comenzaron a levantarse y alejarse, continuando con sus juegos, quedándose únicamente la niña del boj y Buda frente a frente.
Buda se levantó y se acercó a la niña preguntándole: "Kaikeyi ¿Por qué no vas con los demás niños a jugar?"
Y Kaikeyi, que así se llamaba la niña, le contestó: "Ya jugué con los demás, ya salté, grité, canté, lloré y me alegré con todos ellos; ahora quiero ser yo misma".
Buda conmovido por la claridad y franqueza de Kaikeyi, le tomó de la mano y caminaron hasta la salida del poblado. Allí le señaló el Sol que estaba en el horizonte y le dijo: "¿Ves esa inmensa luz que todos los días nos ilumina? Pues ella, también un día ya muy lejano, tomó la misma decisión que tú: ser ella misma, única e irrepetible. Más tu brillarás aún con más intensidad que ella y tus hijas e hijos brillarán aún todavía más que tú."
Kaikeyi y Buda regresaron a la plaza unidos por sus manos. Ambos se miraron y sonrieron y ésta volvió con los demás niños, estaba resplandeciente.
Los niños también sonrieron... y siguieron con sus juegos.
Ángel Hache