Nuestros
cansados cuerpos se posaron en la nieve, sobre una roca. Ante nuestros ojos
una panorámica inigualable. Nos
aquietamos contemplando tan sublime belleza dejándonos impregnar de la energía
del lugar.
Meryem pensó
en alto:
—Al mismo
tiempo, en otro lugar similar, una ceremonia está a punto de comenzar.
—Así es —le confirmé—, un lugar que no aparece en los
mapas y sin embargo tan real como en el que nos encontramos.
Y continué:
—Un valle
donde se dan cita en el plenilunio de Tauro aquellos que expresan en su fuero
interno la voluntad enfocada al desarrollo espiritual del ser humano; al
despertar de la conciencia para toda la humanidad; al encuentro con el maestro
que hay dentro y fuera de uno: La Ceremonia de Wesak.
Y con estas
palabras, en un instante, nuestros cuerpos de luz dejaron la carcasa que envolvían
y en el mismo momento nos encontramos en un valle sin nombre. Advertíamos cómo,
a su vez, se aproximaban multitud de almas con vestiduras blanqueadas por sus
cuerpos de luz. El lugar cada vez más concurrido. Los peregrinos de la luz
fuimos tomando asiento a lo largo y
ancho de su extensión, todos en un profundo e íntimo silencio, formando
círculos concéntricos. Su centro se quedó sin ocupar y en un momento dado
entonamos un antiguo cántico aparentemente perdido en el tiempo...
Sobre el foco
central se concentró una esfera luminiscente blanquecina, poco a poco fue
transparentándose. Tres siluetas se fueron dibujando en ella; una se percibía
resplandeciente como un Sol que no ciega, sin rostro, de ésta surgieron dos
rayos de luz que enlazó a las otras dos siluetas entre sí y con ella. A la derecha de la silueta como el Sol, un
Ser vestido con una túnica azul dio un
paso hacia delante sentándose en silencio; en sus ojos se podía apreciar el
Amor más sublime. Sentí su profundidad entrar en mí, todo mi ser parecía un
viento mecido hasta convertirse en torbellino a punto de provocar una
explosión. A su izquierda el otro Ser
hizo lo mismo sentándose también en silencio, su túnica era blanca; sus ojos como
el fuego, mas no un fuego que quema sino que purifica.
Absorto en
la escena, de pronto noté cómo el vehículo de mi conciencia se elevaba por
encima de todos y contemplé una escena que nunca olvidaré: el valle repleto de
seres de luz semejante a una flor extendiendo sus pétalos; millones de éstos
abriéndose alumbrados por la luz de un Sol que está en su centro. Este Sol, esta
esfera de luz, como una burbuja transparente, se fue agrandando abarcando el
lugar y trascendiéndole. Seguí ascendiendo y contemplé cómo la esfera cubría el
globo terrestre con su manto de Luz. Giré la vista y percibí un rayo de luz
inmenso que proveniente del Sol
alcanzaba al planeta Venus y rebasándole llegó al centro de la flor. En ese
momento volví a encontrarme sentado junto a los demás.
Acto seguido,
el Ser “resplandeciente como el Sol” unió los dos rayos que de Él procedían.
Los otros dos Seres, a la vez, fueron acercándose hasta que se hicieron uno
sólo; sus cuerpos se desvanecieron ante el Ser “resplandeciente como el Sol” y
todos los que allí nos encontrábamos. Un punto de luz se fue formando y
extendiéndose como un remolino. Al poco, de él,
surgió un Ser cubierto con una túnica dorada; me fijé en su rostro, un
rostro que es la fusión de los dos anteriores.
Una voz
proveniente del Ser “resplandeciente como el Sol” dijo:
«Este es mi
Hijo. Es la Luz y el Amor fusionados.
Hasta ahora
visteis sus múltiples efigies a lo largo de las edades, a partir de ahora sólo
veréis una. Él no es distinto a vosotros, ni vosotros sois diferentes de
Él. Así como vosotros os hacéis uno con
vuestra alma, os haréis uno con el Espíritu que os habita desde la eternidad,
esto es lo que habéis contemplado hoy. Porque así es para Mí, siempre un
presente al que vosotros tendéis por libre elección.
Es el momento
en que todos los velos han de caer; los miedos, los recelos, van a ir dando
paso a la confianza y de ésta por la experiencia, a la certeza vivida por todos
y cada uno de vosotros. Y no me refiero sólo a los que estáis aquí, todos
habéis sido llamados a este evento, pero no todos han atendido la llamada. Sois
libres y libres seréis por siempre. Yo seguiré llamándoos una y otra vez hasta
que el último de mis Hijos vuelva al Hogar.
Id cada uno al
lugar donde vivís, mas vivid en la Luz y en el Amor, de ese modo seréis un solo
ser con vuestra alma y comenzaréis la ascensión hacia algo más grandioso. Vivid
vuestra religión con Amor; quienes en su mente y corazón han elegido otros
caminos de reunificación, vividlos igualmente con Amor. Pues por Amor estáis
hoy aquí, no por vuestro conocimiento y posición social o poder terrenal; éstos
no son nada para mí, son sólo herramientas con las que os estáis construyendo
día a día, creadas por y para vosotros.
Pues creadores sois siempre y cuando vuestra creación ya no os
satisfaga, la destruiréis y volveréis a comenzar, una y otra vez, siendo cada
vez más perfectos a vuestra imagen y semejanza, que es la mía.»
Continuó…
«El rostro que
habéis visto es el del que viene a vuestro mundo, es el molde, el ideal, el
futuro que habéis pedido con vuestras oraciones y es el que habéis creado con
Amor. Cuando Él se manifieste entre vosotros le reconoceréis, porque el Amor
sólo tiene un rostro, el de la Verdad.
La Luz que hoy
os he dado, mi Espíritu de la Verdad y el Amor, os iluminará en los días oscuros
que aún os quedan por vivir; Él os guiará y seréis Uno con Él, Uno
conmigo. Y nada habréis de temer pues
así como di el Pan de Vida en el pasado, del mismo modo os lo doy a vosotros
ahora, no tendréis hambre ni sed. Él hablará por vuestra boca, vuestros actos
serán los suyos. Así, por el resto de vuestros días, hasta que os llame a mi
presencia y sabréis que sois eternos como eterno es vuestra Madre y vuestro
Padre, pues sois todos mis Hijas y mis Hijos: Uno.
Marchad en
paz, con Amor y Verdad, pues éstas son vuestras únicas
defensas y mi único Evangelio. Se acerca el tiempo en que la cosecha estará
lista. Mi Hijo es el camino hacia Mí y DAR Amor es su único mensaje. DAD todo
lo que sois pues sólo así recibiréis. No excluyáis a nadie, mas dejad que cada
uno siga su camino, pues todos os llevan a Mí a su debido tiempo, disponéis del
que necesitéis...»
Extraído de: Al encuentro con el Maestro. Parte II, cap.16