El maestro dialogaba con uno de sus discípulos que antaño
ansiaba alcanzar la iluminación.
–Busca la luz y la luz te encontrará –le repetía una y otra
vez–. Si deseas la iluminación vuelve a la caverna de donde saliste, habla a
tus congéneres de la nueva percepción que has adquirido: la vista.
–Maestro, si mis ojos ya veían
antes.
–¿Veías o creías ver? Tus ojos se
acostumbraron a la oscuridad, aun así no eras capaz de percibir otros matices,
faltaba luz. Tu vida era gris al igual que la de los demás. Ahora has visto
colores que ni imaginabas en tus mejores sueños. Has visto una estrella brillar
donde
nunca la buscaste, siempre mirando fuera lo que ya tenías dentro. Es ese
sol el que en verdad ilumina la noche más oscura del alma, en la que estabas
acompañado de… la soledad. Sólo contigo mismo, a oscuras, cansado de ver pasar
ante ti toda una vida, todos los pensamientos, deseos, turbaciones… que nada
han podido hacer por sacarte de tu aislamiento. Hastiado, has dejado a tu mente
a un lado, la has serenado, silenciado. Y ahora, ¿nada, vacío? Has conseguido
apartar tu mente pensante de ti, y sin embargo, ahí estabas ¡vivo! Cuando crees
morir, dejas tu cuerpo, tu “pequeña” mente, pero tú ¡sigues! Ves tu antigua
vestimenta deslucida y… ¿piensas? No tienes cerebro donde alojar los
pensamientos y ¡ahí estás! Luz, ¡eres Luz! Vibras en una frecuencia que no
imaginabas que existía…, como no imaginabas en la caverna que existían los
colores. La Luz que ahora ya sabes que eres puede adoptar cualquier apariencia,
vibrar en cualquier frecuencia. Puedes volver a la caverna y hablarles de la Luz
que nunca deja de existir y que se transforma según la cualidad de tu ser.
Puedes vivir largo tiempo en un infierno mental o, por otro lado, estar en el
nirvana, de ti depende, de los límites que te creas.
–Ahora, Maestro, siento lo que
nunca antes sentí: compasión.
–Es tu alma quien ve ahora. La
caverna o el más excelso cielo que te acoja, ningún lugar te será extraño pues
has sabido que la Luz lo es todo, incluso la oscuridad…, incluso tú. ¡Ah! Y no
me llames Maestro, somos simplemente luz en la Luz. Ahora vuelve en tu cuerpo
de Luz junto a quienes amas.
Ángel Hache