La lucidez nos puede llegar en cualquier
momento de nuestra vida, bien es cierto que cuando ésta llega al final
de una etapa, encarnación, no ha de convertirse en un trueque, sino en
un acto sincero de nuestra alma. Creo
que a pesar de las dificultades seremos capaces de superar esta
enfermedad llamada egoísmo -y digo enfermedad cuando se traspasa el
objetivo por el cual el ego existe: el autoconocimiento-. No podemos
retener por más tiempo la energía de Vida de la que somos portadores y
transmisores. Es necesario que conozcamos los síntomas de nuestra
enfermedad, en cada uno se manifiestan de modo particular y, si somos
sinceros, acabamos encontrando una vía de solución.
Cuando dejamos el
cuerpo que nos ha dado la oportunidad de crecer, nuestra conciencia hace
un balance del recorrido que hemos hecho, tanto de lo positivo como de
lo negativo. Revivimos como nuestro las consecuencias que en los demás
han tenido nuestras acciones, con el fin de valorar en su justa medida
el amor o ausencia de amor del que somos capaces de compartir; el otro
también somos nosotros y tomaremos la determinación de corregir nuestros
“errores” y seguir aprendiendo en la escuela de la Vida.
Todos
somos receptores y transmisores de la Luz de la Vida. Y nunca en nuestro
objetivo está el retener dicha Luz, cuya consecuencia es ser opaco a
ésta, entonces ya no pasa a través de nosotros y creamos la sombra. Si
dejamos que fluya la enriquecemos con nuestra aportación siendo así
co-creadores y la sombra ya no tiene lugar.
Ángel Hache