Leer antes: Entrevista sobre Jesús de Nazaret. 1ª parte
¿QUÉ
SABES DE SU NIÑEZ?
No
mucho. Solo que viajaba mucho cuando niño con su padre y su tío, y algunas
veces también con sus primos mayores. Era un niño muy inquieto y despierto.
Ellos lo hacían con el propósito de iniciarle en el mundo de los negocios, pero
él iba siempre a lo suyo. Siempre hacía amigos allí donde iba, y no eran, por
lo que me contaba, personas muy normales y corrientes. ¡Seguro que tan raritos
como él!
¿QUÉ
CONOCIMIENTOS TE ENSEÑÓ SOBRE EL CUERPO HUMANO?
De
niña, cuando me hablaba sobre ello, me contaba historias divertidas, jugando
conmigo. No te olvides que tenía tan solo 10 años, pero con el tiempo, y cuando
ya me hice una mujer, esas historias divertidas fueron tomando cuerpo y un giro
totalmente distinto. Yo misma me había hecho una experta siguiendo los pasos de
mi madre. Estudié mucho y experimenté también, sobre todo con animales. Jhasua
me decía una y otra vez, era como si quisiera que me quedara grabado en el
alma, que el cuerpo humano, a pesar de lo grotesco que
nos pueda parecer, es el
templo más sensible y refinado dentro de la dimensión de la materia, de una
maravillosa estrella del universo. A mí me costaba mucho comprender, hasta que
un día, en su escondite favorito, creyó oportuno demostrármelo, y sin pensarlo
mucho, se levantó del suelo, respiró profundamente y su cuerpo empezó a vibrar.
Toda la cueva se iluminó, y él se hizo transparente. Pude ver perfectamente
cómo, en su interior, había una gran explosión, y por sus venas corría fuego.
Me quedé perpleja, yo me esperaba todo de él, pero aquello era muy fuerte. Vio
que no me había alterado mucho, y sin darle más importancia, me explicó que ese
fuego y esa luz los llevamos todos dentro. Es la energía de una estrella, una
célula de amor del cuerpo de Dios, del Padre.
En
cuanto a la parte más física, los masajes del cuerpo, éstos eran muy parecidos
a los que se aplican ahora para relajar y tonificar las distintas partes del
organismo. En esas técnicas no ha habido mucha variación. Sin embargo, él los
aplicaba con un toque muy especial. Antes de activar sus manos sobre el cuerpo,
estaba unos minutos en silencio y sintonizando con su interior. El me decía que
potenciaba al máximo su pecho y hacía vibrar su corazón. Sus manos comenzaban a
vibrar ligeramente y era cuando empezaba a aplicarlas, suavemente y sin
presión, sobre la piel. No se podía tocar un cuerpo humano, si no estabas tú
armonizado y lleno de amor y compasión por esa persona. Confieso que aquélla
técnica que aprendí de él, me gusta mucho. Cuando terminaba con los masajes,
cogía un cuenco de barro, lo llenaba de agua, ponía sus manos sobre ella y
bebía, y a continuación se la ofrecía a la persona afectada para que la apurase
hasta el final. Yo, por supuesto, le pregunté el por qué de aquello, y el me
contestó que era una forma sutil pero muy contundente de conectarse con el alma
de esa persona, y decirle que su amor le acompañaría siempre.
Como
verás, era un romántico. Con el tiempo supe que no solo era romántico, sino muy
efectivo, porque cuando el corazón y la mente trabajan juntos, no hay nada
imposible que no puedas hacer.
ANTES
ME HAS DICHO QUE JHASUA TENÍA UN ESCONDITE DONDE SOLÍA REFUGIARSE... HÁBLAME
TODO LO QUE SEPAS DE ÉL.
Es
cierto, tenía un escondite, desde niño. Pero cuando comenzó su vida pública, y
viajaba tanto, ya no buscaba un recinto cerrado, sino lugares muy apartados
donde estar alejado de la gente. Pero el escondite al que me refiero, lo conocí
perfectamente. En más de una ocasión él me llevó hasta él. Sobre todo cuando
quería contarme algo muy confidencial o hacerme alguna demostración que no
quería que viese el resto de la gente.
Estaba
situado a la salida del pueblo, de la zona sur. Había que atravesar una
extensión casi desértica y a continuación nos introducíamos en un paraje
rocoso. Comenzábamos a subir una pequeña altiplanicie hasta que alcanzábamos un
pequeño orificio en la roca por donde apenas podía entrar una persona
arrastrándose. Parecía un escondite de animales, pero una vez atravesado el
orificio, al otro lado había una gruta gigantesca, incomprensiblemente limpia,
con ausencia total de polvo y alimañas.
En
una ocasión le hice partícipe de mi extrañeza, y él me dijo que aquél lugar se
lo mantenían así sus amigos de la naturaleza. Yo le pregunté que quiénes eran,
y el me remitió a los mismos que echaban los remedios curativos en el cuenco de
agua para curar a los animales.
Yo
le pregunté que si podría verles alguna vez y el me contestó que ellos nunca se
esconden de los humanos, pero que nosotros tendríamos que desarrollar
facultades físicas y mentales para llegar a hacerlo. Me dijo que no tuviera
prisa, que el saber que ellos existían y me protegían ya era un gran paso y
privilegio.
Como
te he dicho, era una gran gruta. En verano estaba fresquita, y cuando hacía
frío, se estaba deliciosamente.
Pero
cuando Jhasua comenzó a viajar, aquella gruta quedó triste. Yo, para consolarme
de su ausencia, iba a verla, pero nunca subía, me quedaba abajo, contemplando y
recordando. Se me hacía un nudo en la garganta. Pero siempre me iba de allí con
el corazón un poco más alegre. Estaba segura que mis amigos de la naturaleza me
seguían cuidando. Aunque Jhasua no estuviera a mi lado, cuando necesitaba curar
a un animal, hacía lo mismo que él, y el animal siempre se levantaba y se
curaba de sus heridas o de su enfermedad. Los ayudantes de mi amigo, siguieron
conmigo.
¿ESTUVO
MUCHO TIEMPO JHASUA VIAJANDO? ¿CÚAL FUE EL VIAJE MÁS LARGO QUE HIZO?
Que
yo sepa, el viaje más largo en tiempo y distancia fue a Egipto. Me dejó con 11
añitos y cuando regresó ya era una jovencita de 17. Él ya era todo un hombre, y
por primera vez le vi con barba. Siempre me acordaré de aquél encuentro. Yo,
como casi todos los días, iba hasta el pie del orificio del escondite, y como
si él lo supiera, aquél jueves de mayo me estaba esperando. Desde la distancia
lo reconocí, a pesar de su aspecto. Estaba muy delgado, demacrado, con el pelo
más largo y con barba. Me dio la sensación de que estaba muy enfermo y el
corazón me dio un vuelco terrible. Pero mis pies echaron a correr, y de un
salto me quedé colgada a su cuello.
El
me abrazó hasta dejarme sin aliento... Claro, acostumbrado a las medidas de una
chiquilla... Yo era más alta, más voluminosa y un poco más pesadita también...
Le
miré a los ojos, y mi corazón saltó de su sitió, pero mi vientre se inquietó.
Yo, por entonces, era muy perceptiva, y sentía en mi cuerpo las dolencias de
aquellos que estaban a mi lado. Sentí que Jhasua estaba muy débil, casi agotado
vital y energéticamente. Me extrañó mucho en él. Pero Jhasua, que leía en mí,
me tranquilizó, y me dijo que no era nada importante, que había un por qué,
pero que en su casa, y en compañía de la gente que le amaba, se recuperaría
enseguida. Nos subimos corriendo al escondite. El había traído un poco de queso
y castañas con higos. Comimos mientras me contaba anécdotas del viaje, pero
cuando terminamos, empezó a detallarme la experiencia vivida en Egipto que le
dejó en aquél estado.
Para
mí fue como un bautizo, una iniciación. Mientras le escuchaba, me di cuenta que
le entendía perfectamente, lo comprendía todo. En esos años algo se había
transformado en mi interior. Yo no tenía grandes conocimientos, pero sin
embargo, todo lo que me relataba Jhasua, me resultaba familiar, conocido. El
sabía perfectamente que yo ya estaba preparada para ello, por eso no hizo en
ningún momento ninguna pausa ni me preguntó si necesitaba alguna aclaración.
¿TE
ACUERDAS DE LO QUE TE CONTÓ DE AQUÉL VIAJE?
De
todo. Pero permíteme que en este caso concreto, hable también yo. Camaleón fue
la receptora hace veinte siglos, pero con mi consciencia de hoy, le daré
sentido.
Entonces,
como ya te he dicho anteriormente, lo recibía como algo nuevo y distinto, sin
embargo me encajaba perfectamente, me resultaba familiar todo lo que Jhasua me
decía y relataba. Ese cambió que observé en mí misma no lo entendía, pero él me
explicó, que aunque fue sólo a ese viaje, y afrontó físicamente aquella experiencia,
el corazón de todos sus hermanos, los hijos del Sol, habían participado
también, y ese conocimiento lo llevaban dentro igualmente. Entonces no entendí
esta última matización, pero hoy sí.
El
comenzó a contarme la historia de cómo, hace miles de años, los Hijos del Sol
trajeron información al planeta. Pero este sol no era el que conocíamos y
veíamos todas las mañanas. Vinieron de un planeta, mucho más grande que el
nuestro, a muchísima distancia de nuestro sol, pero que es invisible, salvo
para algunos cuantos.
Este
planeta tiene una gran fuente de la que emana agua azul, con una melodía que
transmuta todo. Pero además de la fuente azul, este planeta tiene en sus
entrañas un gigantesco Sol interior, el Padre.
Toda
la información traída por ellos, salvo una décima parte que fue entregada a la
humanidad de entonces, fue codificada y metida en las mismas paredes del templo
circular que hay dentro de la Esfinge del León. Aquél mausoleo fue levantado
con ese propósito, y el día que el verdadero descodificador se haga con ella de
nuevo, la Esfinge se convertirá en arena del desierto como lo fue en un
principio.
DIME...
¿Y CÓMO LA METIERON...?
Pues
utilizaron las paredes, techo y suelo del templo circular como si se tratasen
de un ordenador gigante. Metieron toda la información y luego desconectaron. El
tiempo de la descodificación ya ha llegado. Si no ha sucedido ya, está a punto
de acontecer.
¿Y
CÓMO LO HARÁN..., Y QUÍENES?
Desde
luego que serán hijos del Sol, humanos normales y corrientes, pero con una
genética distinta y una consciencia total. Hay muchas claves y sistemas de
seguridad que hay que salvar para tener acceso, y no solo lo hará una persona,
ya que es una labor de equipo. Como mínimo tres. Dos de ellos son la clave de
acceso, y el tercero el descodificador que se hará con toda la información y
que entregará a la Humanidad a través de seres humanos conscientes y preparados
que la hagan más inteligible al resto del mundo.
¿Y
ESAS CLAVES Y SISTEMAS DE SEGURIDAD...? ¿ACASO HAY RIESGO DE PERDER ESA
INFORMACIÓN?
Sí,
ha habido mucho riesgo, aunque no de perderla, ya que nadie, salvo los
predestinados desde el principio, podrán tener acceso a ella. Pero durante la
historia de las distintas humanidades, seres muy poderosos y evolucionados de
esta dimensión, de otras, e incluso de otros planetas, han intentado hacerse
con ella para poder marcharse de aquí para siempre, llevársela consigo y dejar
de nuevo a esta Humanidad totalmente ignorante de su origen y de su condición
divina. Muchos de ellos consiguieron tener acceso al menos al interior de la
Esfinge, pero no entrar en el Templo. Y quedaron atrapados allí, convirtiéndose
en una energía densa, tenebrosa y muy poderosa, que hará todo lo posible porque
esa información no vea la luz.
En
un momento determinado yo le confesé a Jhasua mi extrañeza de que él
considerara seres evolucionados a esa “gentuza”, porque desde luego, entre los
humanos los hay mucho mejores. Él, entonces, me dijo que el hecho de estar en
tercera dimensión no supone el tener una evolución inferior a la de ellos.
Estos son mucho más evolucionados que el ser humano en tecnología, en
capacidades mentales y psíquicas, y en otras muchas cosas.... pero su alma, su
espíritu, es muy inferior a la de un ser humano, y que en este planeta, a lo
largo de muchas humanidades, ha habido grandes seres de luz encarnados en la
materia, y parte de los códigos que están encerrados en la Esfinge, cuando sean
activados, despertarán a todos los “danzadores del Sol” a los corderos solares.
Cada uno de ellos tiene su propio código que al activarse lo despertará de su
letargo, y cuando todos ellos lo hayan hecho, golpearan con sus pies la tierra
que pisan y harán vibrar el corazón de la Madre Tierra, y ésta despertará
también de su letargo.
Pero
creo que nos hemos desviado un poco del tema. Estábamos con la experiencia de
Jhasua en Egipto.
El
había dedicado casi toda su estancia al negocio familiar. Había tomado una
decisión, la de dejar el núcleo familiar y comercial. El había escogido otro
camino. No cayó muy bien en la familia, pero respetaron su decisión. Por ello, salvo el último año, lo había
dedicado a ayudar a su tío y primos con los contratos de trabajo.
Su
familia regresó a casa, pero él se quedó allí. Tenía amigos, muy pocos, pero
con los que quería estudiar y prepararse.
Esos
amigos formaban parte de un pequeño grupo, muy misterioso, y que nadie sabía de
él. Eran los conocedores de los grandes secretos de la Gran Pirámide, en el
interior de la cual, después de un periodo de instrucción, a todos los que
querían iniciarse, eran sometidos a grandes pruebas, en la mayoría de los casos
no eran superadas e incluso acababan con la vida del aspirante.
Jhasua
fue uno de esos aspirantes, y pasó por todas las pruebas con éxito. Pero antes
de ser iniciado, debía pasar una noche en el interior de una cámara secreta, a
la cual le llevaron con los ojos vendados.
Una
vez allí, Jhasua se quitó la venda, y quedó sentado en el suelo, relajado y
meditando. Fue allí donde recordó su pasado, quien era, de donde venía y qué
había venido a hacer de nuevo. Se levantó enseguida del suelo, miró a su
alrededor, tomó contacto con el lugar, y como si él mismo hubiese construido
aquél monolito, comenzó a abrir puertas, a atravesar túneles, a subir, a bajar,
a arrastrarse por orificios que comunicaban unas cámaras con otras, y así
durante muchas horas. Sabía dónde iba. Por fin estaba allí, en el centro del
Templo, en la Esfinge del León. Fue recorriendo con sus ojos la estancia, y
unas lágrimas inundaron su rostro. El había estado allí hacía miles de años, y
había guardado un gran tesoro en aquéllas paredes. Sabía también que no era el
tiempo todavía de sacarla, pero el recuerdo entrañable de todos los hermanos
que le acompañaron entonces, le llevó a tener un gesto de cariño hacia ellos
llevando su mano derecha hacia una de las paredes del templo, acariciándola. La
vibración de Jhasua fue identificada, y las paredes se pusieron a temblar. No
era el tiempo señalado para su activación, y todos los resortes de seguridad se
desataron.
Dejaron
a Jhasua exhausto, sin fuerzas y totalmente bloqueado. Consiguió salir del
Templo, pero al volver a la Gran Pirámide, y totalmente debilitado, tuvo que
enfrentarse a todas las fuerzas oscuras que vivían atrapadas entre aquéllas
piedras. Fue una lucha atroz en la que creyó morir, y en el momento más álgido,
Jhasua se acordó de sus hermanos, y el Corazón de todos ellos fue en su ayuda.
En aquél momento una gran luz le envolvió y lo sacó de allí, dejándolo en mitad
del desierto.
Cuando
terminó de contármelo, mi rostro estaba inundado de lágrimas, y él me abrazó.
Cuando me lamenté de no haberle podido ayudar, él me aseguró que mi corazón
estuvo allí, y que era mucho más guerrero que Camaleón. Yo no entendí, pero era
lo que menos me importaba. Lo único que deseaba era ayudarle en ese momento,
con mis conocimientos y con mi amor y cariño.
¿JHASUA
ERA JUDÍO PRACTICANTE? ¿TE HABLÓ ALGUNA VEZ DE DIOS?
¿Quieres
decir que si ejercía de judío? Yo nunca le vi acudir a un sitio religioso, ni
siquiera al templo, aunque dicen que sí lo hizo, pero yo no fui testigo de
ello. No era de costumbres..., más bien se las saltaba todas. Ignoro si en su
familia seguían los ritos, ya que nunca llegué a compartir con ellos. Pero si
me preguntas, te diré que creo que no, que no era practicante, ya que Jhasua no
tenía religión, y ya te contesto también a la segunda pregunta. Nunca me habló
de Dios, pero sí de nuestro Padre. Para él no existía el premio ni el castigo,
ni el dolor ni la alegría..., él todo lo resumía en ignorancia y conocimiento.
El conocimiento y la consciencia de que uno mismo forma parte del UNO, del
Padre, y como consecuencia, servidor y servido del Amor, y la ignorancia de la
creencia de que somos los hijos malos, merecedores del castigo de un Dios justiciero
al que se teme, y que como consecuencia nos aboca al miedo y a la
desesperación.
Para
él, el Padre y su Corazón eran UNO, así como el Corazón de todo hombre con el
Padre son UNO.
Él
nunca hablaba del Cielo, sino de nuestra CASA. Tampoco hablaba del fuego
eterno, sino de la culpa, del sentimiento de culpa que tiene el hombre en su
corazón, y como no sabe perdonar ni perdonarse a sí mismo, se condena al
sufrimiento. Pero te vuelvo a decir, que yo entonces, aunque tenía una apertura
de consciencia notable, había muchas cosas de las que me hablaba que me sonaban
bonitas y me las creía porque me las decía él, pero no las podía asimilar. Hoy
sí. Las comprendo, y te diré más aún, sé lo que sentía él en su corazón, porque
ahora yo siento lo mismo. Han pasado veinte siglos, pero para el espíritu, como
para el amor, no existe el tiempo, sino los instantes. Espero haber contestado
a tus preguntas. La verdad es que no puedo decir mucho más.
¿QUÉ
PENSABA DE LOS ROMANOS?
Nada
especial. Para él eran seres humanos, hermanos que estaban experimentando y
trabajando en esta gran Obra de la Vida, y que en aquellos momentos polémicos,
les había tocado hacer el papel de dominadores. El, aunque judío, no se sentía
dominado ni prisionero del Imperio Romano, porque era totalmente libre. Sabía
quién era, de dónde venía y hacía dónde iba. Todo lo demás era el decorado de
esta Gran Obra del Hombre. Hablaba mucho con ellos, con gente de otras
culturas, con ladrones, con nacionalistas, con prostitutas..., él nunca se quedaba
con la apariencia del personaje, sino con su esencia, con su corazón, con sus
sentimientos, preocupaciones, ilusiones, anhelos, tristezas... Él se alimentaba
de la esencia del hombre, y entregaba a su vez su esencia al mundo. Tenía un
carácter tan extraordinario, directo y noble, que nadie rechazaba su compañía.
Él nunca juzgaba. Callaba, escuchaba, comprendía y sonreía y a veces como
colofón, abrazaba. Tuvo muchos problemas por ello, ya que intentaron
relacionarle con núcleos de la población demasiado partidistas.
¿CUÁNDO
DEJÁSTEIS DE RELACIONAROS?
Mientras
vivimos, nunca... Después de aquél encuentro a su regreso de Egipto, estuvo un
tiempo en su casa descansando y seguimos viéndonos. Luego él comenzó a viajar
por Israel, que no era tan grande el territorio como ahora. Había entonces
otros pueblos y culturas, sin contar, desde luego, a los romanos.
DICES
QUE MANTUVISTE LA RELACIÓN HASTA QUE MATARON A JHASUA... ¿CÓMO VIVISTE DESPUÉS
DE AQUELLO?
Ante
todo quiero aclararte que no le mataron. El eligió ese camino, nadie le obligó.
Si él no se hubiera entregado, ellos no habrían podido quitarle la vida. El
entregó su vida, no se la arrebataron. ¡Es muy distinto! Y por mi parte..., no
sé cómo habría podido ser mi vida sin él de haberle sobrevivido. No fue así. En
el momento más álgido de Jhasua en el Gólgota, yo caí como un saco roto al
suelo. Mi corazón se hizo mil pedazos. Pero no nos adelantemos a los
acontecimientos, que todavía queda mucho hasta llegar a ese momento.
SÍ,
PERO CUANDO COMENZÓ A VIAJAR POR ISRAEL... ¿TÚ QUÉ HICISTE, CÓMO PODÍAS SEGUIR
RELACIONÁNDOTE CON ÉL?
En
un principio lo tuve muy difícil. Yo ya era una mujer. Antes, con 17 años, la
mayoría de las jóvenes ya estaban casadas y con hijos. Mi padre y mi hermano
querían casarme, con un romano o con un judío, pudientes y de familia noble,
claro..., pero yo tenía muy claro lo que quería. Anhelaba ser libre de ataduras
y responsabilidades. Yo no quería a ningún hombre. Tan solo había uno en mi
corazón, y tampoco le veía a él como hombre, sino como un hermano y un amigo
muy especial. Entonces mi padre, me dio de plazo dos años para que me lo
pensara y reflexionara, y si después seguía con mi actitud, tendría que
abandonar su casa.
Esos
dos años, como pude, y no fue fácil, hice alguna que otra escaramuza y le
buscaba allí donde estuviese. En los primeros momentos, Jhasua siguió ganándose
la vida con su trabajo allí donde iba, lo imprescindible para poder vivir. El
resto del tiempo lo dedicaba por entero a estar entre la gente, enseñando todo
aquello que llevaba dentro, y que había aprendido en culturas distintas. Sobre
todo ejercía de terapeuta. Cuando nos encontrábamos, estábamos juntos unos
días, y luego yo tenía que volver a casa.
¿Y
POR QUÉ NO TE FUISTE DE CASA DE TU PADRE Y TE MARCHASTE CON ÉL?
¿Crees
que no deseaba hacerlo con toda mi alma? ¡Y menos mal que no lo hice...!
Sabiendo lo que pasó tiempo después entre los sacerdotes y Jhasua, me alegré no
haberlo hecho. Mi padre me hubiera buscado, y habría provocado serios problemas
a Jhasua antes de hora. Pero en un principio, lo que me retuvo en casa, no fue
eso. Yo sabía que él había tomado una decisión muy importante, y entendía el
por qué lo hacía, pero no comprendía el mensaje que quería entregar a la gente.
Yo le seguía siempre que podía, pero a él, para estar a su lado, no para
escucharle, ya que muchas de las cosas que contaba y explicaba yo ya las sabía
por él. Confieso que no prestaba mucha atención a lo que decía cuando hablaba a
la gente. Mi interés era observar a esa gente, escudriñarles, intentar llegar a
su corazón para saber qué motivos les movían para estar allí. Me preocupaba
mucho Jhasua, y quería saber qué clase de gente le rodeaba. Y la verdad...lo
que vi me confirmó el corazón tan inmenso que tenía para estar entre ellos.
Sí
le hubiese seguido, le habría apoyado como amiga, pero no lo habría hecho en su
misión, que en esos momentos, para él, era lo más importante. Yo siempre
intenté ser coherente con mis sentimientos y principios. Pero al final lo
conseguí, entendí lo que hacía y por qué, y aunque muy tarde ya, pero fue
suficiente.
DIME...
¿QUÉ OPINABA JHASUA DEL SEXO, DE LAS MUJERES...? ¿TUVO ALGUNA VEZ NOVIA? ¿O UNA
MUJER?
No
fue un tema del que hablamos. Sobre el sexo... entonces era tabú..., ¿tú crees
que se sabía algo del sexo...? ¡Si solo con hablar de él ya te condenabas!
Entre Jhasua y yo siempre hubo una relación de profundo cariño. Nos
abrazábamos, nos besábamos, pero como besa un hermano a una hermana. Nunca vi
en la mirada de él un gesto, ni siquiera sutil, que denunciara una atracción
sexual. El amaba, sencillamente, y si quería manifestarte un sentimiento, lo
hacía, directamente, sin prejuicios, y este mismo comportamiento lo tenía con
cualquier mujer que se cruzara en su camino.
Que
yo sepa, no tuvo novia, al menos no hubo ningún compromiso. Él siempre buscó la
libertad, para hacer aquello que le dictaba su corazón, y desde luego no era el
formar una familia.
Y si
tuvo una mujer..., tampoco lo sé. Yo en ningún momento, ni siquiera a lo largo
de su vida más pública, le vi con una mujer más tiempo que con otra. Eso sí, le
rodeaban varias, y todas le amaban. Se les notaba en su semblante y cómo le
miraban. En realidad, creo que ellas eran el alma de aquél movimiento que había
en torno a Jhasua. Los hombres se limitaban a escuchar, a seguirle, pero nada
más.