Es más que evidente que la dualidad en la que estamos inmersos forma parte de un proceso de “autoconocimiento divino” y no la consecuencia de algún castigo por parte de un dios ajeno y tirano. La expansión de la conciencia es un proceso sin fin ni principio de inspiración y expiración, el latido de la Vida nunca deja de existir.
Estamos entrando en un momento crucial en nuestras vidas. El ser conscientes del sentido profundo de nuestra dualidad, su razón de ser, nos está abriendo una puerta hasta ahora ni siquiera imaginada. Cuando
en la espiral de la Vida unificamos nuestra personalidad, nuestro ego con su protector, el alma, trabajamos en dos mundos, dos realidades, de forma unificada. El ego ya no es obstáculo, sino el ejecutor de las energías que el alma recibe, pero… ¿de quién?, ¿de dónde?
La palabra “Espíritu” deja de ser simplemente un concepto abstracto para quien fusiona ego y alma, o en otras palabras: ya no hay dos voluntades sino una sola. Y, Espíritu y Voluntad son inseparables e indivisibles. La Triada, –Ego, Alma, Espíritu–, empieza a tener sentido para la mente y el corazón del que anhela ascender y elevar junto a él a sus congéneres a un reino de Paz y Amor. Cuando la Voluntad, el Espíritu –el fruto del fuego que no quema, sino que purifica–, se ha elevado a través de los diferentes chakras conectando la Tierra con el Cielo y permitiendo que la energía de la Vida circule libremente, tanto en sentido descendente como ascendente, nos hemos convertido por derecho propio en Creadores; en el Padre que, tanto y tan poco comprendido, nos habló Cristo.
A partir de dicho descubrimiento nuestra conciencia, nuestro ser, se siente identificado con el cosmos actuando, aquí y ahora, como el labrador que trabaja la tierra sabiendo que la cosecha ya ES. Somos dueños de nuestro destino. La creación que percibimos a nuestro alrededor es nuestra obra, bien es cierto que imperfecta aún debido a que estamos trabajando con energías cuyo control no es completo. Lo importante no es en sí alcanzar la perfección, sino el amor y la voluntad que ponemos en nuestra labor del día a día; pues la Vida es gozo, la complacencia del que ya nada ansía para sí; la simplicidad de quien se sabe alumno perpetuo en la escuela de la Vida.
Hasta alcanzar la cima de la más alta montaña de este mundo nuestra voluntad se somete a diferentes retos a lo largo del peregrinaje. Antes de la más alta cumbre –chakra–, seis hemos de coronar. En nuestra ascensión a través de cada chakra, centro de energía, receptáculo de nuestro cuerpo, se convierten éstos en nuestros maestros, trabajamos en ellos como estudiantes manipulando la Luz en sus diversas cualidades. Aprendemos su esencia, exploramos el mundo que se crea en ellos, disfrutamos creando vida, ésta cada vez más diversa.
Encarnación tras encarnación nos planteamos nuevos desafíos y también si así lo deseamos, fruto de nuestra voluntad y de la atracción que la materia, energía, ejerce sobre nosotros incluso creernos que ya lo sabemos todo e instalarnos en la comodidad y la autocomplacencia; nos convertimos de este modo en pasivos estudiantes, olvidándonos de nuestros objetivos; el gozo de la vida acaba dando paso a la dependencia de la materia, energía, que trabajamos, reteniéndonos y paralizándonos. La energía en cualquiera de sus aspectos está siempre en movimiento, si intentamos quedárnosla, poseerla, nos adentramos en un mundo donde el miedo acaba reinando, pues acabamos pensando que otros nos la quieren quitar. Creamos barreras, muros. El gozo se convierte en sufrimiento, muerte, destrucción.
Nos hemos convertido en seres insatisfechos debido a nuestra actitud, lógica consecuencia de nuestra libertad de elección, buscamos paraísos perdidos donde nunca los encontraremos. Nos hemos enraizado en determinados chakras, estadios de conciencia, creando un mundo ilusorio, dejando que el poder de la materia se convierta en nuestro amo. Es hora de cambiarlo. La materia es nuestra compañera de viaje, el libro en el que estudiamos y escribimos en sus páginas en blanco.
La libertad está a nuestro alcance, en estas palabras: “Yo recuerdo”. No hay que tener miedo a equivocarse al manejar con nuestras propias manos las energías del cosmos, están en nosotros porque así lo hemos decidido y somos capaces de construir con ellas un mundo fluido de Paz y Amor. El secreto, si es que lo hay, está en tu voluntad, en acordarse, en ser consciente que tú, que todos, somos Dios, el Creador, el Maestro. Y a partir de esta toma de conciencia ponernos a trabajar para traer a esta realidad (chakra) el mundo nuevo que hemos visionado en nuestros mejores sueños, porque nunca hemos dejado de soñar, de idear, en definitiva… de Amar.
Ángel Hache
Estamos entrando en un momento crucial en nuestras vidas. El ser conscientes del sentido profundo de nuestra dualidad, su razón de ser, nos está abriendo una puerta hasta ahora ni siquiera imaginada. Cuando
en la espiral de la Vida unificamos nuestra personalidad, nuestro ego con su protector, el alma, trabajamos en dos mundos, dos realidades, de forma unificada. El ego ya no es obstáculo, sino el ejecutor de las energías que el alma recibe, pero… ¿de quién?, ¿de dónde?
La palabra “Espíritu” deja de ser simplemente un concepto abstracto para quien fusiona ego y alma, o en otras palabras: ya no hay dos voluntades sino una sola. Y, Espíritu y Voluntad son inseparables e indivisibles. La Triada, –Ego, Alma, Espíritu–, empieza a tener sentido para la mente y el corazón del que anhela ascender y elevar junto a él a sus congéneres a un reino de Paz y Amor. Cuando la Voluntad, el Espíritu –el fruto del fuego que no quema, sino que purifica–, se ha elevado a través de los diferentes chakras conectando la Tierra con el Cielo y permitiendo que la energía de la Vida circule libremente, tanto en sentido descendente como ascendente, nos hemos convertido por derecho propio en Creadores; en el Padre que, tanto y tan poco comprendido, nos habló Cristo.
A partir de dicho descubrimiento nuestra conciencia, nuestro ser, se siente identificado con el cosmos actuando, aquí y ahora, como el labrador que trabaja la tierra sabiendo que la cosecha ya ES. Somos dueños de nuestro destino. La creación que percibimos a nuestro alrededor es nuestra obra, bien es cierto que imperfecta aún debido a que estamos trabajando con energías cuyo control no es completo. Lo importante no es en sí alcanzar la perfección, sino el amor y la voluntad que ponemos en nuestra labor del día a día; pues la Vida es gozo, la complacencia del que ya nada ansía para sí; la simplicidad de quien se sabe alumno perpetuo en la escuela de la Vida.
Hasta alcanzar la cima de la más alta montaña de este mundo nuestra voluntad se somete a diferentes retos a lo largo del peregrinaje. Antes de la más alta cumbre –chakra–, seis hemos de coronar. En nuestra ascensión a través de cada chakra, centro de energía, receptáculo de nuestro cuerpo, se convierten éstos en nuestros maestros, trabajamos en ellos como estudiantes manipulando la Luz en sus diversas cualidades. Aprendemos su esencia, exploramos el mundo que se crea en ellos, disfrutamos creando vida, ésta cada vez más diversa.
Encarnación tras encarnación nos planteamos nuevos desafíos y también si así lo deseamos, fruto de nuestra voluntad y de la atracción que la materia, energía, ejerce sobre nosotros incluso creernos que ya lo sabemos todo e instalarnos en la comodidad y la autocomplacencia; nos convertimos de este modo en pasivos estudiantes, olvidándonos de nuestros objetivos; el gozo de la vida acaba dando paso a la dependencia de la materia, energía, que trabajamos, reteniéndonos y paralizándonos. La energía en cualquiera de sus aspectos está siempre en movimiento, si intentamos quedárnosla, poseerla, nos adentramos en un mundo donde el miedo acaba reinando, pues acabamos pensando que otros nos la quieren quitar. Creamos barreras, muros. El gozo se convierte en sufrimiento, muerte, destrucción.
Nos hemos convertido en seres insatisfechos debido a nuestra actitud, lógica consecuencia de nuestra libertad de elección, buscamos paraísos perdidos donde nunca los encontraremos. Nos hemos enraizado en determinados chakras, estadios de conciencia, creando un mundo ilusorio, dejando que el poder de la materia se convierta en nuestro amo. Es hora de cambiarlo. La materia es nuestra compañera de viaje, el libro en el que estudiamos y escribimos en sus páginas en blanco.
La libertad está a nuestro alcance, en estas palabras: “Yo recuerdo”. No hay que tener miedo a equivocarse al manejar con nuestras propias manos las energías del cosmos, están en nosotros porque así lo hemos decidido y somos capaces de construir con ellas un mundo fluido de Paz y Amor. El secreto, si es que lo hay, está en tu voluntad, en acordarse, en ser consciente que tú, que todos, somos Dios, el Creador, el Maestro. Y a partir de esta toma de conciencia ponernos a trabajar para traer a esta realidad (chakra) el mundo nuevo que hemos visionado en nuestros mejores sueños, porque nunca hemos dejado de soñar, de idear, en definitiva… de Amar.
Ángel Hache