Contemplo mi vida, con sus alegrías y tristezas.
Cuando veo el camino transcurrido, siempre acabo mirando el agua serena del lago. Veo a quien no es y sin embargo ahí está. Lo toco y se disgrega, volviendo instantes después a mostrarse como antes.
Me levanto y sigo mi camino. ¿Habrá desaparecido mi rostro con mi partida, o algo de mí permanece en el lago para siempre?
Levanto la vista hacia la bóveda celeste. En la despejada noche, elevo mi mano hasta “tocar” una estrella con un dedo. ¿Qué nos separa, qué nos une?
Soy en el No-ser.
Sigo caminando, eterno peregrino.
Ángel Hache