Si el dolor, la angustia, la soledad, llaman a tu puerta… abre.
Invítalos a pasar.
Permite que se sienten, se acomoden.
Conversa con ellas todo el tiempo que creas necesario;
sin tapujos, sin dobleces ni mentiras.
Deja que expresen todo lo que llevan en su interior.
Cuando acaben de hacerlo, recomiéndales que amablemente te escuchen.
Dales tus razones del porqué no deben quedarse más tiempo.
Quizás debas comunicarles la decisión que has tomado tras tan largo sufrimiento:
«Me cansé de sufrir. He decidido ser feliz.
Dejad que mi alma vuele libre y pueda recorrer el espacio al encuentro de mi destino.
Así que os invito amablemente a que desandéis el camino por el que llegasteis a mí.
Hoy por fin voy a vivir en paz. No os pertenezco, no me pertenecéis… Me pertenezco a mi mism@.
Y hoy, ahora, ya no sois nada para mí.
No tenéis ya ningún poder.
Os lo di y os lo quito.
No os temo, ni siquiera os odio, simplemente… ya no existís.»
No lo dejes en "quizás" y que sigan habitando en tu alma.
Diles adiós, adiós para siempre.
Ángel Hache