Un día me levanté un poco aturdido por un sueño, que aunque no recuerdo en profundidad, me dejó más que pensativo. A partir de entonces me interesé por la existencia de vida en el cosmos y, sobre todo, por la posibilidad de que alguna civilización extraterrestre hubiera entrado en contacto con la nuestra.
Días más tarde abrí el periódico, pero esta no era una jornada más…: “Avistamiento de un objeto volante no identificado sobrevolando en pleno día la capital”, acompañado el texto por una imagen del ovni. Así me vi, sorprendido, y me dije “por qué no”. Quise investigar más...
Me encontré en el lugar donde se tomó la fotografía. Miraba al firmamento esperando que se repitiera el fenómeno. No fue así. Aunque no fue un viaje perdido, éramos unos cuantos los que pretendíamos indagar. No nos conocíamos de nada, pero sentíamos que estábamos unidos por algún hilo invisible.
Pasó el tiempo. Las relaciones, en algún caso, se hicieron más fuertes; en otros, los avatares de la vida hicieron que nos alejáramos… Acababa entrando en liza las diferentes interpretaciones de las causas del fenómeno, lo que en algunas ocasiones provocó discusiones que casi llegaban a las manos. ¿Nos estábamos volviendo locos? ¿Qué nos motivaba a seguir haciéndonos preguntas que posiblemente nunca encontraríamos las respuestas?
Por mi parte nunca desistí del todo, sí reconozco que el desánimo me ha acompañado en muchos momentos. Curiosamente, se repetía en mi mente escenas sueltas del viejo sueño. ¿Quién era el personaje que veía? Era como un mensaje subliminal…, “sigue buscando”.
Hoy, muchos años más tarde, ya no miro al cielo. No es que haya perdido la esperanza, es que me equivoqué de enfoque… Miraba el dedo que señalaba y no hacia donde lo hacía. Era dentro de mí donde tenía que buscar.
¿Cómo lo supe? Después de perderme en laberintos de pasiones y profundos pozos negros mentales, olvidándome incluso de la familia que se estaba formando a mi alrededor, me pregunté: ¿soy feliz? Supe que no lo era y lo peor es que no me esforcé porque lo fueran ellos. Todo giraba en torno a mí, a mi deseo insaciable, a veces hasta obsesivo, de encontrar la verdad. ¿La verdad? ¿Qué es la verdad? ¿Podría cambiarme la vida este encuentro?
Lloré, desgarradoramente me hice añicos cuando enfermó la persona que creía hasta entonces darle todo mi amor. ¿Y ahora qué? ¿La verdad le sanará? Me decía una y otra vez.
Recé, renegué, pataleé… sin respuesta ninguna.
Un día, inolvidable para mí, le tomé las manos, miré sus ojos, preocupado porque quedaban pocos días de vida juntos y… ¡contemplé como era absorbido hacia su interior! Una escena apareció ante mí:
Ambos, de la mano, caminábamos por una pradera, alegremente comentábamos un suceso de un tiempo indeterminado que nos llenaba de gozo. Cuando apareció ante nosotros una figura humana… ¡la misma que recordaba de mi sueño! ¡No podía creerlo!
El ser nos sonrió y mirándome, me dijo:
«Te dije un día que buscaras. Lo hiciste recorriendo medio mundo y no encontraste una respuesta satisfactoria. Jugaste al juego de la mente. Te dejaste llevar por tus deseos hasta incluso sentir la desesperación. Y, sólo, has encontrado la respuesta, la ´verdad´, cuando has sido capaz de olvidarte de ti, de tus deseos, movido por la posible pérdida de quien te ha acompañado, muchas veces en silencio, atenta y amante durante… ¿eones? En el olvido está la respuesta, porque siempre ésta has llevado en ti; solamente tenías que dar un paso, no al frente, sino hacia ti mismo, a tu alma, al ser que en realidad eres, al que ahora estás viendo frente a ti. ¿Locura? Locura es lo que has vivido. Ahora, tú has sanado. Ahora, estáis sanados…
»Tú, compañera de viaje, dirigiéndose a mi amada –sonrío ahora al recordarlo–, también me has buscado, incluso, esperado que un día llamara a tu puerta. Mirabas los ojos que se cruzaban con los tuyos con esperanza de que apareciera. ¡Nunca podría haberlo hecho de ese modo! ¡Yo soy vosotros en una vuelta más de la espiral de la vida! ¡Soy vosotros en este instante, sintiendo el calor de ´mis´ manos entrelazadas!
»¡Olvidad cuanto creéis saber!
»Es el amor vuestra verdad. Es el amor la sanación. Es el amor quien se encuentra una y otra vez, cuando así lo deseáis… de corazón. Las demás respuestas surgen por sí solas…»
Otra vez, sin saber cómo, me encontré frente a mi amada. No dije nada. Miré sus manos enlazadas a las mías. Ambos sonreímos.
Los días, los meses han pasado y, seguimos mirándonos a los ojos… Hoy es nuestro “cumpleaños”.
Dedicado a un viejo amigo “buscador”.
Ángel Hache