–¡Levántate!
–¡No puedo, Khai!
«¡Haz un esfuerzo, una vez más!
»Primero una pierna, con suavidad. ¿Ves? ¡Lo has conseguido!
»Ahora la otra pierna. ¡Con cuidado! Sin prisa. Apóyate en el bastón.»
–¡Es verdad! ¡Puedo!
«Ya estás en pie.
»Ahora, arroja tu bastón, no lo necesitas. Sólo queda andar… el resto del camino.»
–Tenías razón Khai, no era imposible.
–Y tú tienes el coraje… En ti tienes la fortaleza que necesitas, eres tu propio bastón. No necesitas seguirme, también eres Khai.
Ángel Hache