Vivimos en un tiempo midiéndolo cronológicamente entorno a un personaje histórico. Si das unos pasos por la Tierra verás que otros como tú, como yo, tienen otra vara de medir, otro personaje histórico. Los calendarios se basan en los movimientos estelares basados en los ciclos de la Luna o el Sol. Los errores en calendarios pasados se han ido corrigiendo acercándose más a una realidad más objetiva.
Ponemos un primer día al calendario, a partir de ahí sumamos días. Para unos el actual es el gregoriano, para otros el hebreo, y aun para otros más el año musulmán… Todos son convencionales. Hoy por un hipotético suceso podríamos vivir el día primero de una nueva era y en torno a ésta crearíamos todo un mundo, celebrando con alegría y jolgorio el nacimiento de un nuevo año.
Nuestra mente necesita puntos de referencia: conocer que hay un punto “A” que nos conduce hacia un punto “B”. Necesita nombres para designar lo que vemos, tocamos, conocemos… Lo que para unos en un lado del mundo tiene una tonalidad, para otros el mismo hecho su tonalidad es diferente y, sin embargo son ciertas ambas visiones para quien lo vive. Todo lo que experimentamos es relativo. Mas hay quien se cree en posesión de la Verdad. ¿Y si hay tantas verdades como experimentadores? ¿El hecho ocurrido a dos, tres, miles personas, le da más validez, más autenticidad, que aquel acontecimiento que sólo le ocurre a una? ¿Tiene que vivir como un apestado en la sociedad quien no encaja en las verdades que se han instaurado como “La Gran Verdad”?
Pero nuestra mente se pierde para comprender aquello que no se puede medir, encajar, enclaustrar, analizar…
Estamos en un tiempo en que se están desmoronando muchas “verdades”. Es un tiempo en que los “apestados”, tal como una flor de loto surge del fango y ve la luz sobre las aguas turbias, están saliendo del encierro, de la soledad… Los “apestados” de este tiempo no proclaman verdades, pues no miden, analizan… Solamente extienden su perfume, se dejan ver en silencio. Ninguna verdad hay en ellos que descubrir, solamente tienden sus manos afectuosamente donde es necesario. SIENTEN, más allá de cualquier emoción pasajera, en sus carnes, en sus corazones, en sus almas, AL OTRO COMO A SÍ MISMOS. Se adecuan a cualquier calendario, viviendo el día a día como cualquiera, pero teniendo claro que el tic-tac que marca su tiempo lo marca el ritmo del corazón… más allá de cualquier formalidad, apariencia. El tiempo del “apestado” es atemporal.
Surgimos y vivimos en cualquier agua turbia que impide ver con claridad. Hay otros ciclos más allá del marcado por la Luna y el Sol...