Una gota de agua le preguntó al mar:
¿Dónde te encuentras que no te veo?
El mar no le respondió.
¿No me oyes?
Siguió sin tener respuesta.
La gota entristecida se acercó a la orilla y se alejó tierra adentro.
Creyéndose sola,
miraba a su alrededor,
un sol abrasador la cegaba.
Comenzó a llorar,
tanto que sus lágrimas hicieron un reguero que llegó hasta el mar.
Éste alargó sus brazos hasta llegar a la gota entristecida
envolviéndola en su regazo.
Las demás gotas que estaban junto a ella saltaban de alegría
creando grandes olas
y atrayendo a la gota entristecida hasta el corazón del mar.
El mar entonces le habló:
“Has elegido tu propio camino,
vivido experiencias únicas.
Has sonreído, llorado, cantado, gritado,
pero te olvidaste de lo más importante: saber quién eres.
Te creíste sola y abandonada,
es el camino que elegiste para amarte a ti misma.
Y que comprender quién eres es saber
que tu destino está ligado al de todas las gotas;
que el abandono de tus deseos,
de ti misma,
es el camino del reencuentro.
Esperaba que te dieras cuenta que me encontraba dentro de ti,
que en realidad nunca has estado separada de mí.
Todas las gotas somos el mar.
Sin pasado, sin futuro.
Somos Khai.
Somos en la eternidad
el mar”.
Ángel Hache