Desde niños nos están programando para que aceptemos un mundo donde cada uno tenemos un papel secundario, donde todo ya está realizado y lo único que nos queda es ocupar el lugar destinado a cada uno en la cadena de producción del producto que nos atará de por vida. Desde niños vemos en televisión dibujos animados, creados especialmente para nosotros, donde la violencia es normal, donde la guerra es consecuencia lógica y la competición el mejor modo de autoafirmarnos como seres realizados.
Nunca me gustó el sistema educativo imperante. Nunca quise aprender de memoria la lista de los reyes godos. Quise crear con mis manos pero me lo impedían diciendo: “No te salgas de la fila”, “la vida es así y hay que aceptarla tal y como viene”. Me negué y conseguí salir de la fila, no sin grandes sacrificios, mi ego estaba muy bien programado ante una tentativa de fuga. No sabía muy bien hacia dónde ir, pero si sabía que no debía volver atrás. Supe que había muchas y muchos que estaban en la misma tesitura y nos dimos cuenta, no sin errar en más de una ocasión, que debíamos abrir un camino donde nunca nadie antes había transitado. Y al andar nos dimos cuenta que había huellas que surgían de la nada, aparentemente, eran de quienes antes que nosotros “se salieron de la fila”. Supimos que la soledad era otro de los “virus” que nos habían inoculado. Hoy somos conscientes que formamos parte de una familia en la que todos somos HERMANAS Y HERMANOS. En la que tú eres también protagonista.
Ángel Hache