Os preguntaréis por qué permanezco en
silencio. Bien, os diré que vuestras voces impiden que seáis capaces de
escuchar por un segundo lo que unos a otros queréis transmitiros. No podéis
dejar un solo instante de vacío entre una palabra y otra. Balbuceáis como
pretenciosos estudiantes queriendo imponer con voces acaloradas vuestras ideas.
Gritáis porque sois incapaces de convencer. Algunos, incluso
estalláis con ira
hacia vuestros contertulios. Pretendéis tener la razón, pues
vuestra posición es la más privilegiada ya que miráis al otro por encima del
hombro. ¿Dónde se encuentra vuestra cordura?
¿Os seguís preguntando por qué permanezco
en silencio? Espero que os quedéis sin fuerzas; que vuestras gargantas estén
rotas; que vuestra mente ya no os proporcione ni una sola idea más. Pero
aun
así seguís inmersos en una discusión sin fin…
Unos lleváis un título bajo el brazo
otorgado por una prestigiosa universidad, otros lleváis impresas a
fuego las palabras
que vuestros ancestros os
inculcaron, algunos más usáis la razón de la fuerza, pero todos sois incapaces
de aquietar vuestro ego. Os puede, os puede el ego porque estáis
programados para ganar;
la derrota no está en vuestras opciones, y sin embargo, es la que
os llevará al
mayor descubrimiento que seáis
capaces de sentir, experimentar, vivir. La derrota os
convierte en seres humanos; deja vacías vuestras alforjas y os permite caminar
ligeros; digo más: os permite emprender el primer vuelo de vuestra alma
consciente. Podréis contemplar desde cierta altura la mezquindad a la que
habíais llegado, consecuencia de vuestra ceguera, vuestra soberbia, y encontrar
la salida.
¿Queréis seguir teniendo razón? ¡Adelante!
Seguid inmersos en un mar de argumentos. Buscad reglas que os permitan
legitimar por encima de otros vuestra posición. Embaucad a cuantos queráis,
seguro que os mostraréis sonrientes, lanzando al viento cuantas palabras
quieran escuchar y que vuestros corazones se han negado a adivinar.
¿Os seguís preguntando por qué permanezco
en silencio? Porque espero pacientemente vuestro silencio. Quiero escuchar el
latido de vuestros corazones como tambores que abandonaron toda posibilidad de
ser banda sonora de una muy antigua guerra. Quiero escucharlos al unísono.
Algunos ya mostráis una melodía agradable. Una melodía que se expande en la
noche y que, como un susurro, penetra en todos y cada uno de vuestros
corazones, esperando que la luz acaricie vuestros párpados señalando que ha
llegado el alba.
No es mañana, es ahora. ¡Ahora!
¿Todavía os preguntáis por qué permanezco
en silencio? Porque tú aún no has llegado al fondo de ti mismo. Sigues dando
vueltas como una noria, evitándote, huyendo. Mas
vayas donde vayas contigo vas. ¡Ah! ¿Eres
incapaz de perdonarte, de perdonar a otros? Hacerlo no te convierte en un ser
débil, manipulable. Al contrario…, ¡es lo que te convierte en Humano! Y, por
fin, libre.
¿No sabes hacia dónde dirigir tus pasos?
¿No confías en nadie? Cree en ti, es
todo cuanto necesitas. No eres
un proyecto, eres
una realidad que toma forma, plena consciencia que sabe, porque siente
en su pecho el calor del Sol que sólo
desea expandirse, compartir..., amar. Ser,
sin artificios, dogmas,
barreras, limitaciones...
Recuerda, puedes volar. Es un salto al
vacío que es plenitud. Un
vuelo al espacio
infinito. El abandono del temor
que da lugar al gozo y al amor. No estás aquí por casualidad, lo decidiste tú.
No
es la más
alta cumbre lo
que has de alcanzar, sino la mano tendida en tu
caminar. Estás aquí para recordar quién eres.
Atrás quedaron los momentos tristes, la
incertidumbre, el dolor. Sonríe, sonríe, no dejes de sonreír.
Olvidé presentarme. ¿Quién soy?... Nadie.
Por ello permanezco en silencio. ¿Cuánto tiempo? Depende de ti.
Ángel Hache