Otros nombres, otros rostros. Muchas tierras pisaron
nuestros pies. Alentados por un deseo innato grabado a fuego, acordamos un
nuevo encuentro y aunque nuestras personalidades sean hoy completamente
diferentes y aun bañadas por la amnesia, un hilo conductor haría posible lo que
nuestras almas anhelan. Nos planteamos nuevos retos, sabríamos que viejos
conflictos podrían aparecer, más también conocíamos la fuerza
que nos habita y
los acabarían disolviendo. Somos capaces de comprender la singularidad de
nuestro proyecto: un instrumento diferente a otros tocando en una sinfonía, una
sinfonía inacabada que espera nuestra aportación creativa. Puede que con
sonidos estridentes mientras ensayamos, descompasados… Posiblemente tardemos
tiempo en alcanzar un sonido mínimamente aceptable, pero, ante todo, es y será
el nuestro, nacido de nuestras entrañas.
En cada una, en cada uno, está la melodía inscrita, tiene el
ritmo que nuestros corazones quieren imprimirlo. Dejemos que siga fluyendo y
nuestras personalidades dancen al compás, cada una diferente, mas imprescindible.
Aunque tenemos todo el tiempo del mundo, es ahora cuando “los astros se han
confabulado para que así sea”, porque nosotr@s lo hemos decidido así.
Ofrezcamos la singularidad de nuestra alma, dejemos que nuestra
personalidad esté en sintonía con ella. Trabajemos en la cotidianeidad, donde
nuestros pies tocan tierra, pues el instrumento que tocamos no sabe de barreras
de tiempo ni espacio. Paso a paso, sabiendo que no estamos sol@s. El Sol que tú
ves es el mismo que veo yo.
Yo escucho el sonido de tu alma, ¿escuchas tú el mío?
Ángel Hache