No contemplo sus ojos,
otros los vieron.
Pero cuentan que quienes se
toparon con ellos ya no son las mismas personas.
Ellos dicen:
«Mirarlos, es llegar a conocer en un instante el misterio de la vida.
¡Sus ojos te absorben como el mar el agua del río!
Al principio sólo oscuridad,
un momento después su luz te deslumbra y
te envuelve
fundiéndolo todo en un abrazo sin fin.
»¡Serenidad!
Porque sé que ya nada he de buscar
pues en la pequeñez de sus pupilas aglutina el universo al alcance de
mi mano.
»¡Confío!
Porque sé que el paraíso…
¡ya está en mí!
»¡Creo en ti y en mí!
Porque contemplé la fe en sus
ojos y Él la vio en los míos.
»¡Libre, al fin!
Me desaté de mis propias ataduras
que sólo yo fui tejiendo.
»¡Soy Luz!
Descubrí las sombras que yo creaba y supe darme la vuelta.
»¡Por fin, todo cobra sentido!
¡Estaba perdido y me encontré!
¡Soy yo!
Dejé de querer ser otro para convertirme en mi mismo.
»¡Vivo!
Ya la muerte no tiene poder sobre mí,
alcancé la eternidad y todos estábamos en ella.
»¡Amo!
Ya nada deseo para mí.»
Y recalcan que si le buscamos con
el corazón le encontraremos…
Está en ti… Eres tú.
Está en mí… Soy yo.
En TODOS.
Con solo mirar a los ojos con el
alma.
Ángel Hache