Un remanso de paz siento en mí, fluyo en la profundidad del Universo. Y escucho:
«Me acerco a ti, sigiloso, en silencio. Recorro espacios infinitos yendo a tu encuentro.
»Tu luz, tenue al principio, casi imperceptible, está extendiéndose por el firmamento y reclama mi atención.
»No sufras más, yo te acojo y te acurruco. Descansa plácidamente, como si nunca hubieras estado allí, como si nunca hubieras
sufrido, como si nunca hubieras existido. Calmo tu dolor y lo convierto en gozo.
sufrido, como si nunca hubieras existido. Calmo tu dolor y lo convierto en gozo.
»Descansa hija mía.
»Ahora que estás recuperada, extiende tus alas y vuela, vuela por los confines del universo, los hice para ti.
»¿Ves esa hermosa estrella? Vuela hacia ella y desciende lentamente en su interior, fúndete con ella y siembra su espacio con mi amor. Quédate un tiempo, hasta que los retoños puedan levantar las alas, emprender el vuelo. Después déjalos y vuelve a mí. Cuéntame todo lo que allí pasó.
»¿Deseas quedarte conmigo un poco más?»
–Sí, contesté.
«¡Mira, ahí está tu mamá, feliz por tu llegada! Tómala de la mano y daos un paseo por el jardín, más allá del firmamento, donde nada os impide abrazaros con amor y compartir aquellos recuerdos, cuando tú eras un bebé.
»“Mi pequeña alma” te llamaba. ¿Escuchas la vieja canción que nos susurra el viento? Nos trae a papá, ahí está con su sonrisa.»
–¿Qué tal, “coletas”? –Otra vez mi padre habló.
Y un instante eterno a los tres los envolvió.
En mi interior escuché: “Ahora déjalos, sabes que siempre que lo desees puedes estar aquí, más allá del espacio y el tiempo. Comienza un nuevo vuelo, esta vez no estás sola. Aquella estrella que dejaste ya está preparada, desea tu regreso. Necesita tu luz, tu amor... Necesita a su creadora”.
Ángel Hache