Se marchó como lo hace el sol cada atardecer.
La oscuridad, en este momento, ciega mis ojos.
Nada escrito distingo, sólo recuerdos.
Sus palabras, ahora, se hacen presentes.
Puedo escucharle como si estuviera a mi lado.
Sentirle como si nunca se hubiera ido.
Verle como sólo el alma sabe.
Tú me dices:
«Pon en la misma balanza los elogios y calumnias.
Ve más allá de la superficie y bucea en la profundidad de sus almas.
Habla al corazón desde tu corazón,
deja que la semilla que ahí habita madure a su tiempo con el calor avivado con amor.
No todas las flores nacen en primavera… ni todos los inviernos son gélidos.
Hay un tiempo en que todas las estaciones se funden en una.
Trasciende el instante en que luces y sombras se enfrentan.
Ve más allá de las almas moribundas,
del aparente caos,
de tu alma,
de tu propia muerte.
Siente la vida que late donde los demás no la perciben.
La oscuridad contiene la luz,
es la cavidad donde se gesta el futuro,
el que tu sueñas, el que yo vivo.»
Como te marchaste has vuelto,
como el alba de un nuevo día.
Ángel Hache