Pasan los días, los años. Recuerdo lo vivido y lo que no pude o no quise vivir.
¿Volver atrás? ¿Añorar el pasado?
Quisiera volver a sentir el calor de quienes conocí y dejaron huella en mi vida.
¿Qué ha sido de los que me quisieron y los que me rechazaron?
¿Habrán alcanzado el objetivo de su vida?
¿Serán felices?
¿Seguirán dejando la huella de sus pies en esta Tierra o, habrán abandonado esta Escuela de la Vida?
Es curioso, al menos, cómo siguen vivos en mi recuerdo. Cierro mis ojos y ahí están: imágenes, lugares, conversaciones, sentimientos, emociones… ¿Pero son sólo eso, recuerdos?
Quienes siguen en este mundo y quienes han traspasado el velo, dejando a un lado las leyes físicas conocidas, han dado muestras de que no hay límite, barrera, que no se pueda franquear. En momentos cruciales, quienes están separados, se han encontrado y manifestado una vez más la amistad que les ha unido. No ha sido impedimento vivir en diferentes continentes; una enfermedad que obligue a estar encamado; desconocer dónde residen en la actualidad… Ambas almas saben que hilos les unen por encima de cualquier impedimento, incluso la muerte no es nada para ellas. ¿Cuántos no hemos escuchado historias sobre apariciones de quienes abandonaron su cuerpo físico, viajado a otras realidades…, a otros tiempos de nuestra historia como si fuera el presente? Quizás creamos que son “batallitas”, hasta que un día, algo que se escapa a la razón, nos sucede a nosotros. Entonces emprendemos una ruta que ya no tiene vuelta atrás. Hemos experimentado que hay algo más, algo que no nos lo han contado, pertenece ya a nuestras vivencias y… queremos respuestas. Dependiendo en la sociedad que vivamos, lo permisiva que sea, podremos hablar abiertamente o no de ello, puede que sea un tabú, “algo” que no se puede tocar… o, algo peor: ya hay respuestas, que no podemos discutir, sólo acatar sin preguntar.
Pero, el ser humano, una de sus cualidades, es que es curioso y atrevido…, los caminos trillados no nos sirven. Queremos llegar más lejos, subir más alto… donde nadie antes ha llegado.
Desde niño me he preguntado qué hay tras la muerte. La he visto muy de cerca, cómo de un instante a otro quien me miraba a los ojos, me daba la mano, dejaba de verme y su mano perdía su fuerza…, emprendía un viaje a lo desconocido. Para unos el último viaje, para otros un nacimiento a otra vida.
Nadie puede probar en una probeta la existencia de la vida tras esta vida. Nadie puede tampoco negar la existencia del amor; ni siquiera el científico, sabe que no entra en una probeta, pero sí en él.
Aún me hago preguntas. Cuando tengo una respuesta, surge de ésta nuevas preguntas que me llevan más lejos. Lo destacable no es que haya podido ver a quienes han dejado esta dimensión, sino que toda respuesta tenía esta frase implícita: “Ama, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza”. Es a través del amor, del desapego, como he encontrado el sentido de mi vida: un sendero donde no hay límites entre tú y yo, en el que reconozco que todos somos diferentes y únicos, del mismo modo en que no hay dos estrellas exactas en el firmamento, cada una genera su propia luz y la expande al encuentro de otros astros.
Cuando observo una noche estrellada intuyo que la vida se crea y recrea continuamente y así siento que ocurre con cada uno de nosotros. Quienes he encontrado en mi vida siguen vivos, a pesar de que en este momento no oiga sus corazones palpitar, quizás lo hagan en sintonía con el mío y solamente escuche UNO.
Ángel Hache