Bebí de muchas fuentes, todas saciaron mi sed durante un tiempo. Mas seguí teniendo sed. ¿Es posible encontrar un manantial del que beber en cualquier momento? –Me pregunté.
Como cada noche dormí y soñé… Mi cuerpo entraba en el mar, sentí cómo el agua rozaba mi piel. Ésta se erizó debido a la baja temperatura, tanto que comencé a temblar. Vibraba todo mi ser de tal manera que ya no veía mis manos ni mis pies… Todo fue disolviéndose como la sal en un vaso de agua. Entonces me di cuenta que seguía pensando, sintiendo, viendo, pero ya no era yo, sino “otro yo” constituido por… ¡agua! ¡Yo era agua! Soy el mar.
Desperté.
Comprendí que ya no tendría sed nunca más.
Ángel Hache