Le preguntó el discípulo al maestro: “¿Cuándo alcanzaré tu sabiduría? Ambos hemos nacido a la vez, vivido en la misma aldea, andado las mismas sendas, abandonado una vida placentera a cambio de convertirnos en mendigos. ¿Dónde me quedé rezagado?”
El maestro le contestó: “No soy tu maestro. Soy, como tú, un viajero, un peregrino, en busca de la verdad. Es cierto que nuestras vidas han sido paralelas. Los dos decidimos el mismo día salir rumbo a lo desconocido. Hemos escuchado las enseñanzas de Buda en boca de grandes hombres y practicado éstas según nuestra comprensión durante años. Siempre me has visto como a un hermano mayor. Te he tendido la mano cuando flaqueabas. En la enfermedad te he cuidado. Abrigado cuando tenías frío. En cierto modo me he hecho responsable de ti. Todo ello me ha enseñado que la práctica budista está siempre ante nosotros, a nuestra disposición. Tú sí has sido un verdadero maestro para mí. No estoy ni un paso por delante de ti, ambos somos las dos orillas de un mismo río: desde un lado queremos llegar al otro, cuando la liberación, la iluminación, es convertirse en el mismo río. Esto es lo que me has enseñado: tú y yo somos un solo ser con dos ojos para ver”.
Ángel Hache