Tu tic-tac,
de golpe,
sin avisar,
sin un adiós,
se alejó.
Silencio.
Tu voz callada.
Se paró el reloj.
Tu maquinaría,
envejecida.
Tus manecillas,
pequeñas,
entrañables,
delicadas.
Marcabas los minutos,
las horas,
de mis noches
y mis días.
¡Cuántos años juntos!
Decían que eras frío,
sin alma ni alegría.
¡Qué poco te conocían!
Te quedas,
ahora y aquí,
vivo en mí.
Mi corazón,
tu corazón,
late…
Tic-tac,
tic-tac,
tic-tac…
Y no es de metal.
Ángel Hache