Las palabras se las lleva el viento, su esencia permanece hasta que te liberas y ya nada te ata

LA PIEDRA



–¿Me buscas? Mira a tu alrededor. ¿Ves esa piedra pequeña junto al árbol? Cierra los ojos.
Cierro los ojos y la veo frente a mí. Poco a poco se va haciendo más grande, tanto que me sumerjo en ella.
–¿No es compacta, verdad?
Un brillo me deslumbra.
–No te preocupes tus ojos se acostumbran rápido.
Surge de todas partes y todo lo inunda. Tras un destello varias formas  destacan. Veo esferas transparentes, triángulos y  múltiples formas geométricas más. Esto no puede ser real.
Me fijo en una y una voz potente surge de ella. ¡Entiendo lo que dice! ¡Qué sensación tan extraña!
«Buscabas un maestro y no lo encontraste; amigos y te
dejaron a un lado; familia y la perdiste. Viviste en un mundo a tu medida, a tu gusto. Querías tristeza, desamor, venganzas, sufrimiento, lucha, soledad, rechazo... Pues tus deseos se cumplieron. El mundo depende de ti. Sí, depende de ti: tú puedes crear un cielo en el que vivir en paz o un infierno en continuo conflicto. Tienes el poder de hacer real aquello que piensas, así que, ten cuidado. Puedes utilizar sólo tu mente y pensar en lo que a ti te satisface  sin reparar en las consecuencias, sentir eternamente ese infierno o... cansarte un día y añadirle un "pequeño" ingrediente: El AMOR. De este modo derribarás muros de desconfianza; saltarás barreras de incomprensión; establecerás puentes de diálogo; disolverás verdades absolutas. Y lo más importante es que se acabas con el círculo sin fin del egoísmo; con el "ojo por ojo" del antiguo testamento y naces de nuevo. Te conviertes en un emisario de la verdad que ya no se enfrenta a los demás. No sigues el juego del ego a cada golpe que te dan.
»No vienes a abolir nada. No hay culpables, sólo niñ@s en crecimiento constante y...  das AMOR. ¡Has roto el círculo!
»Ya no tienen justificación en que basarse para atacarte, están desnudos ante ellos mismos.
»Y pronto, muy pronto, se internarán también en una pequeña piedra...
»Ellos son tu maestro.
»¡ÁMALOS COMO A TÍ MISMO!»

 Y la voz cesó.
Todo desapareció de mi mente, mas de nuevo oí la voz dentro de mí:
–Ahí estoy yo. No te lo digo metafóricamente… ¡Ahí estoy yo, ahí estas tú!


Ángel Hache

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