Las palabras se las lleva el viento, su esencia permanece hasta que te liberas y ya nada te ata

EL SUEÑO Y EL DESTINO




Caminaba por el bosque, el frío y la noche le acechaban, sólo le quedaba superar el precipicio que todos los días recorría; pero hoy intuía que algo saldría diferente, aun así siguió sus pasos, no había luna y la oscuridad lo iba cubriendo todo.

El bastón le iba guiando sus pasos al borde del precipicio, un mal paso y él y toda su vida caerían sin remedio.

Seguía a tientas despacio, pero el destino quería participar esa noche.

Un búho asustado se le abalanzó haciendo que sus pies perdieran el equilibrio. Su cuerpo comenzó a tambalearse. Soltó el bastón y resbaló, cayendo junto con piedras que le iban golpeando por todas partes. Perdió la consciencia y creyó soñar viéndose subiendo por una escalera. A ambos lados, vacío y oscuridad. Frente a él una pequeña luz tenue que parecía llamarle, se sintió atraído por ella.
Según subía la luz aumentaba, hasta que sin darse cuenta se encontró rodeado de ella. El aire parecía echar chispas, era como el rocío de la mañana, todo a su alrededor vibraba. Sentía en su piel este contacto y al respirar su cuerpo rejuvenecía, su vello se erizaba y una inmensa paz colmaba cada célula de su cuerpo. Tocaba un suelo alfombrado de hierbas y hojas caídas de los inmensos árboles cuyas copas se perdían en el cielo.

Debo estar soñando, -pensó-. Siguió caminando hasta lo que parecía una inmensa pradera con gente yendo de un lado otro, sin que parecieran darse cuenta de su presencia.
Se acercó a un grupo que, apartado, permanecía sentado en círculo sobre la hierba. Sus integrantes estaban abstraídos en sus pensamientos, sin embargo vio cómo se iba formando una burbuja de luz, sólo contemplarla le hacía sentirse mucho mejor. Apreció como ésta le iba cubriendo por completo. Tras un instante de adormecimiento, contempló su existencia desde antes de haber sido fecundado por sus padres; el proyecto de vida en el que tantas ilusiones puso, comprendió en que se había quedado; sus estudios, sus amigos, sus esfuerzos en vano y los logros alcanzados. El día en que recogió el diploma que le marcaría toda su vida… Todo volvió al presente, detalle por detalle, alegrías y tristezas, conquistas y derrotas.

Tras contemplar su vida todo pareció haber desaparecido, el paisaje, la gente… Ahora se encontraba ante una inmensa sala cuyas paredes eran de cristal de roca, la luz se reflejaba formando múltiples arco iris de colores desconocidos. Un ser vestido con una túnica azul, pareció surgir de la nada, éste se acercó a él y le dijo:
«Bienvenido eres siempre a tu hogar, toma y ponte la túnica que te guardamos desde tu última partida al mundo de la ilusión. Como ves, algunas cosas han cambiado desde entonces, muchos han ascendido hasta aquí y aún más están a punto de hacerlo. La luz y el amor están venciendo sobre la ignorancia y el egoísmo, no te dejes llevar por las apariencias. Ese es su fuerte, que el desánimo os deje abatidos y débiles, dispuestos a sucumbir a los deseos más viles e inhumanos. No, hermano, la luz está tomando posiciones en los corazones de almas cansadas de sufrir, prestas por fin a escuchar sus dictados y éstos sólo les reclaman: “Dad amor allá donde la vida os sitúe”. Aún queda mucho por hacer y por ello has de volver. Esta vez recordarás quién eres y transmitirás la luz donde vayas.»

Unos pastores gritaban: ¡Está vivo, respira! 
Poco a poco volvió en sí, dolorido. Quizás alguna costilla rota. Suerte, ¿suerte?, que un ciprés fue amortiguando la caída y unos matorrales le acogieron.

Se levantó con ayuda de los pastores y junto a ellos comenzó a caminar, recordando el “sueño” que había tenido.

Unas palabras se repetían en su mente sin cesar:

“Dad amor allá donde la vida os sitúe”.


Ángel Hache

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