Las palabras se las lleva el viento, su esencia permanece hasta que te liberas y ya nada te ata

SI ESTÁS VIVO NO ERES NINGÚN MAESTRO

Buscaba a su maestro. Leyó cuantos libros cayeron en sus manos. Tenía una memoria prodigiosa, recordaba cuanto leía, un prodigio de la naturaleza.
Viajó por el mundo: India, China, Tíbet, Egipto, Perú, Grecia… y allá donde alguna cultura milenaria había dejado su legado.
Tenía una peculiaridad: siempre preguntaba por los “maestros”. Y cuando algún seguidor, discípulo, buscador… de cualquier sabiduría, le indicaba dónde encontrarlo, se alejaba compungida diciéndose “no puede ser, el maestro que yo busco está muerto, pues si está vivo no es un verdadero maestro”.
Tras dar varias vueltas al globo acabó sus días encerrado en su vieja casona, releyendo una y otra vez, sin comprender, la rica biblioteca que había acumulado.

LIBRE... EN TI

Te vi,
vi la vida pasar en ti.
¡No te alejes!
Déjame sentirte una vez más,
escuchar tus mudas palabras.
Alma,
al trasluz,
te muestras espléndida.
¡Vuela! ¡Vuela!

Alma mía,
dejo atrás el dolor
la aflicción…
¡soy libre!
¡Siempre lo he sido!
Hoy lo descubrí.

GRACIAS, HIJO


Mediodía.
Sentados a la mesa, mi madre nos miraba queriendo sonreír mas no pudo.
Sin decir una sola palabra posó el puchero, un cazo colmado de caldo se paseó entre los platos dejando caer unas pocas lentejas.
A cada uno de mis hermanos le ofreció un pedazo de pan.

Nos miramos sin atrevernos a decir palabra, pero me decidí:
–¡Mamá!, ¿por qué tan poca comida?
–Vuestro padre salió a buscar trabajo y comida, todavía no ha vuelto y es todo cuanto tenemos.
–¡Mamá, pero si papá está trabajando!
–Le despidieron tras duros años de trabajo. Seis meses sin cobrar su sueldo y se han acabado todos los ahorros. Ni siquiera podemos pagar la hipoteca de esta sencilla casa. Sale todos los días a la misma hora para que no os deis cuenta y porque se hunde si se queda en casa.
–¿Nos van a echar a la calle como a los vecinos?
–Espero que no, que ocurra un milagro.

SI QUIERES LA PAZ


Si quieres la Paz,
sé tú la Paz

Ángel Hache

NUESTRAS HOJAS EN BLANCO


Un día decidimos, cada un@ por nuestra cuenta y riesgo, salir del rebaño; quizás no tuviéramos ni idea de qué hacer ni hacia dónde dirigir nuestros pasos. Nos habían pintado cielos que no nos acabábamos de creer, llenos de dogmas, normas... muros y más muros. Todo parecía estar ya calculado y sólo nos quedaba hacer nuestro papel en una obra que no era la nuestra.
Y nos decidimos a escribir nuestra propia historia en un libro cuyas hojas estaban en blanco. Hoy hay unas pocas hojas escritas, nos ha costado, pero sabemos que surgen de nuestro ser más profundo y auténtico. No nos mueve ninguna ambición ni vanidad, sólo el deseo de compartir tanto nuestras experiencias como ofrecer la de otros tantos que también escriben su propia obra.

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