Las palabras se las lleva el viento, su esencia permanece hasta que te liberas y ya nada te ata

LA MUERTE NO ES EL FINAL

“Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”. (Juan 20:17). 

La duda es nuestra gran compañera durante largo tiempo de nuestra existencia. 
No sé hasta qué punto somos conscientes de que según creemos o dejamos de creer en la prolongación de nuestra vida, nos marca el día a día cotidiano. 
Desde quien espera que todo se le resuelva cuando llegue al otro lado (cielo, paraíso, nirvana...), viviendo en la apatía. 
Quien apura cada instante pensando en la “opresión” de un ataúd; acaparando “riquezas”; refugiándose tras un bunquer para mantener a salvo lo que ha obtenido seguramente a costa del sufrimiento ajeno. 
Quien todo le da igual, no importándole más que el placer físico, del tipo que sea, dejándose llevar por éste: “Esta vida es lo único que tengo y voy a pasarlo bien a tope”. 
Otros ven esta vida como lo único que tienen, pero “nacen” con un sentimiento de amor a la familia y de no hacer daño a nadie, pero no ven “futuro” a nuestra existencia. No se comprometen lo suficiente: “No quiero hacer daño, pero que me dejen vivir en paz”. “Allá cada uno con sus problemas, con los de mi familia tengo bastante”. 
Quien intenta darle una respuesta a la eternidad, sumergiéndose en la religión -del latín religare: unir aquello que estaba separado-. Son muchas las escuelas e iglesias que se han fundado, buscando un objetivo, que en algunos casos ha sido tergiversado por el ego de fundadores o el de algunos seguidores, más a pesar de éstos nos han ayudado a estar más cerca de la libertad. Es un eslabón por el que podemos encontrar respuestas, más la espiritualidad nos “pide” más: se acaba liberando de acomodamientos, encasillamientos, prisiones mentales, dogmas y de cualquier tipo de inmovilismo.

SER LIBRE, es no estar atado a nada ni a nadie. Porque lo que te une a todo lo que te rodea, a TODO, no es un sentimiento, ni siquiera ya un pensamiento, trasciende los conceptos conocidos, es fruto del alma. El intelecto da paso a LA INTUICIÓN, el conocimiento a través de la unión del alma y la personalidad. Es una travesía más allá del desierto, un peregrinaje donde no se ve la meta, porque… una vez dados los primeros pasos se olvida la búsqueda de cualquier meta y, sólo se vive, se siente, el instante presente como una fusión, como la realidad elegida conscientemente: un aquí y ahora donde nos ofrecemos con las manos vacías y los pies descalzos; donde se ven las necesidades de otros caminantes y se tienden las manos sin más disciplina que el amor incondicional; sin prejuicios, ya que quien ha llegado a tal estado, ha conocido en su propia alma lo que es la muerte y la ha trascendido.

La vida de Jesucristo, Buda y de tantos otros, con o sin nombre reconocido, nos dice no que es posible sino que es REAL: la muerte no es el final. Sus vidas son ejemplos y nos incitan a que nos pongamos en marcha, pero hemos de andar nosotros el camino… En este no hay elegidos, ni primeros, ni últimos, vamos todos de la mano en cualquier tiempo pasado, presente y futuro.
No hay cielo ni infierno, sólo TÚ... y "EL PADRE". Y ambos se funden en Uno.

¡FELÍZ ASCENSIÓN!


Ángel Hache

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