Las palabras se las lleva el viento, su esencia permanece hasta que te liberas y ya nada te ata

UNA VIDA



Cuando el día y la noche se encuentran, en mi alma quedaron grabadas estas palabras:

«Una y otra vez reaviváis mi muerte y resurrección. Unos creéis que existí, otros no.
»Morí clavado en una cruz, no por vuestras imperfecciones sino porque era un peligro para el imperio romano y aún más para la jerarquía judía. Todo aquel que hace temblar los cimientos de una estructura caduca se enfrenta a las consecuencias. Mi mérito, si queréis verlo así, es haber “vencido” a la muerte y dejaros un mensaje sencillo;  por ello costoso, para quienes han complicado su vida, lastrando su alma con el poder terrenal. 

»“Amaos los unos a los otros” es todo. No necesitáis analizarlo, sino descubrirlo y vivirlo. Cuando os dije: “Lo demás lo tendréis por añadidura”, es porque es su consecuencia natural. Buscáis mi “reino”, cuando éste no sólo vive en vosotros, sino que sois vosotros. Si  aún no lo veis es porque estáis ciegos. Una tela cubre vuestros ojos, la que os impide ver más allá de vosotros mismos. Fijaos en el otro, quien tenéis a vuestro lado y os sonríe, llora, camina en silencio o grita. No os pido que os pleguéis a sus deseos sino si tienen hambre, sed… Id con ellos donde hay en abundancia. Enseñadles con vuestro ejemplo la verdadera felicidad de quien ya nada desea para sí. Colaborad unos con otros para hacer el pan y el vino y dad a cada uno según su necesidad. Construid vuestras viviendas entre todos. Cuando hayáis cubierto vuestras necesidades básicas para sobrevivir, entonces sentiréis que hay otro hambre, otra sed… el de vuestras almas, que os daréis cuenta que al ayudaros unos a otros la estáis colmando.

»Con estos cimientos no necesitaréis más guía, más lámpara, que la voz interna de vuestra conciencia. Casi sin daros cuenta, vuestros problemas se irán disolviendo como azucarillo en el agua. Iréis percibiendo la realidad de mi reino, que es el vuestro, donde cada uno sois a la vez el rey y el mendigo. Vuestros papeles se intercambiarán una y otra vez hasta que descubráis que la vida se redescubre y llega un poco más lejos siempre. Que la muerte no es más ni menos que el alba de un nuevo día… La vuestra y la mía, ocurren una, mil, un millón de veces. Sonriendo pasaréis de un estado al otro como el agua se eleva al cielo con el calor del Sol. Y este Sol vive en cada una, en cada uno de vosotros aun antes de existir y así será por siempre.

»Sois, somos, Una Vida creando Infinitas Vidas… Un misterio que no lo es cuando veis con los ojos del alma.»

Ángel Hache

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