Las palabras se las lleva el viento, su esencia permanece hasta que te liberas y ya nada te ata

EN LA BOCA DEL LOBO



Soy curioso. Me gusta asomarme a la ventana, mirar el horizonte y cuestionarme si hay algo más allá de éste. Así que suelo saltar por la ventana, aunque hay una puerta que suele ser más cómoda para salir de casa, serán los genes o quién sabe.
Cuando emprendo la ruta sin marcar de antemano me encuentro que hay bifurcaciones, preguntas que me hago y aparentemente me desvían del destino marcado… ¿o quizás es este el verdadero destino? Ni sé ni quiero saber.
Resulta que, aunque con recelo, me acerco a callejones oscuros a ver qué hay en ellos. Silenciosos, enigmáticos, inquietantes… Me gusta el peligro, desobedecer las señales de prohibición, los avisos de ¡cuidado!
Sé que me meteré en problemas, posiblemente innecesarios. La verdad es que ya me ha ocurrido, no una, sino infinidad de veces. Y me preguntaba, y aún lo hago, si merece la pena salirse de la línea marcada. Si no fuera por estas decisiones, hoy no sería quien soy. Y no me refiero a un nombre, sino a alguien que siente que merece la pena vivir, a pesar de todos los sinsabores del camino emprendido el día que decidí salir por la ventana por primera vez.
Me he metido “en la boca del lobo” sabiendo que saldría malherido, tocado y posiblemente hundido. He seguido mi intuición, las señales que sentía que me decían “por aquí”. ¿Eran verdaderas señales o mi ego que quería inflarse? Mi ignorancia de la vida es mi motor. Normalmente, tiempo después, he descubierto quién me movía en unas y otras ocasiones, qué señales eran auténticas y cuales no. Y descubrí que todas partían de una misma fuente, que no había ninguna dualidad. Que al otro lado del horizonte, en los callejones, en la boca del lobo…, en la luz y en la oscuridad e incluso en la tranquilidad del hogar, la respuesta estaba ahí, siempre ante mí donde quiera que me hallara.
Hay quienes pregonan que somos corderos a merced de lobos hambrientos, que hay que convertirse en lobo. Lo siento, me niego, como me niego a dejar que el destino marque mi vida. Seguiré marcando mis días y mis noches, mis mejores y peores momentos. Seguiré metiéndome en la boca del lobo, no para salvar a nada ni a nadie, sino para terminar de conocer al enemigo que vive dentro de mí mimetizado en el lobo hambriento que tengo delante.
Considero que no hay errores en las decisiones tomadas, todas nos acaban trayendo las respuestas a las preguntas que nos hacemos  lo largo de nuestra vida.

Ángel Hache


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